Amor más allá de la muerte -Capitulo 1; Deseos.

Casi nadie se acercaba a él. Las prostitutas se acercaban temerosas y atraídas por su aura extraña y misteriosa, pero rápidamente se alejaban al ver su rostro inexpresivo y su postura tranquila.
La mujer, que al otro lado de esa misma habitación se encontraba, se había dado cuenta de que la miraba, pero no se atrevía acercarse, había algo en él que la aterrorizaba, pero su interior pedía a gritos acudir a su lado, la mirada de aquel hombre era acosadora.

La mujer echó otro vistazo furtivo al lugar en el que se hallaba ese hombre, pero ya no estaba. Al girarse, decepcionada, se encontró de lleno con unos ojos de color marrón, cristalinos como el agua y con un extraño brillo escalofriante.
Ella ahogó un grito e intento sonreír lo mejor que pudo, sin esperarse que él la tomara de una mano y con voz encantadora le pidiera que lo acompañara.
No pudo resistirse, de forma inconsciente empezó a caminar fuera del burdel, de la mano de aquel caballero.
Era un tanto extraño, que alguien como él estuviera en esos sitios, aparentaba ser un hombre honrado y muy adinerado, al menos eso decía su ropa.
Sentía frío, había salido sin abrigo a la calle y la mano de su acompañante estaba helada.
Caminaron durante un rato, en silencio. Ella sentía miedo, no había nadie en la calle. Era todo tan escalofriante.
De pronto se pararon delante de una puerta, él saco una llave de su bolsillo y la abrió. Con un gesto la invito a entrar, pero la mujer se negó.
-Por favor, entra. No te marches.-Le dijo, cuando ella estaba apunto de dar media vuelva, mirándola fijamente a los ojos.
No pudo negarse, ejercía sobre ella un extraño control.
Entraron a una casa vacía y oscura.
Subieron por unas escaleras hasta una habitación en la que se encontraba una cama enorme y un espejo en la pared. La habitación era apenas alumbrada por la luz de la luna. Sintió miedo, un empujón pequeño hizo que avanzara.
Avanzó hasta quedar justo en el centro de la habitación y empezó a desnudarse.
-¿Qué haces, Mariam?-Le pregunto.
Ella paró de quitarse la ropa. Lo miró confundida, en ningún momento le había dicho su nombre y tampoco lo conocía.
Él se acerco a Mariam, despacio.
-Hoy quiero gozar de tu compañía, pero no de esta forma.-Le dijo mientras le acariciaba el rostro.
Ella se asusto aún más que antes, corrió hasta llegar a la puerta dejando atrás al hombre.
Pero cuando fue a coger el pomo de la puerta, se topo con el torso de aquel hombre tan raro.
Con el miedo en la sangre, retrocedió despacio.
-¿Qué eres?-Dijo Mariam forzándose a hablar.
-Para ti, nadie.-Se limito a decir, mientras acariciaba su cuello, apartándole el pelo.
Su manos frías hicieron estremecer su cuerpo.
Mientras él miraba a Mariam, poco a poco acercaba su rostro al de ella hasta llegar a rozar sus labios.
Las piernas de Mariam empezaron a tambalearse y antes de caer al suelo, él, la toma en brazos llevándola a la cama.
-No me mates...por favor...yo...-La voz de Mariam se quebró en un llanto silencioso.
-No me temas...no voy a matarte, solo quiero cumplir tus deseos.

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